Dom. XXXII
T.O. ciclo B
El señor mira el corazón, no las apariencias
El
texto de hoy da la impresión de estar
compuesto por dos fragmentos bien diferenciados, por una parte hay una crítica
a los escribas o doctores de la Ley y
por otra un elogio a la viuda pero en realidad se trata de un solo tema en el
que se nos pone de manifiesto el pensar de Jesús, su posición ante los otros,
ante la vida, su valoración de los
gestos humanos. "El Señor no se fija en las apariencias sino que mira al
corazón".
Jesús
nos pone en guardia frente aquellos que siendo estudiosos conocen los recovecos
de la Ley, presumen de cumplirla y visten trajes especiales. Al parecer son
piadosos, entregados al servicio del templo y de la Ley, cualificados para enseñarla y gustosos de
hacer largos rezos. No parecen mala gente. ¿Qué hay de reprochable en
ello? Sin embargo, Jesús nos pone en
guardia frente a ellos, Les reprende su parafernalia y su jactancia, su cultivo
de la apariencia en detrimento de la nobleza y limpieza de corazón y lo que es
peor, el que utilicen su puesto de privilegio para aprovecharse de la buena fe
de los demás con la excusa de sus
prolongadas plegarias.
Al
Señor no le seducen las apariencias sino la pureza de corazón por eso queda
cautivado por el gesto de la pobre viuda a la que podemos imaginar vestida
andrajosamente pero con un corazón reluciente de bondad y generosidad. Sabe que
hay que contribuir al culto del templo y ayudar a otros tan pobres como ella,
por eso no duda en depositar sus dos céntimos, lo único que posee, todo lo que
tiene para vivir.
¿Cuál
es hoy el mensaje de Jesús? Es una llamada a la generosidad, dar no lo que
sobra sino aquello que necesitamos para vivir, dar por ejemplo nuestro tiempo,
el tiempo de nuestra vida, a quien está necesitado de nuestro servicio o
nuestra compañía, es una llamada a la sinceridad y nobleza de corazón. Nuestros
rezos no se justifican por lo prolongados sino por la fe que anida en nuestro interior
y nuestras limosnas no son grandes por
lo cuantiosas sino por la generosidad y
el desprendimiento.
"El
Señor no se fija en las apariencias sino que mira al corazón".
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