lunes, 28 de septiembre de 2015

LA GLOBALIZACIÓN DEL BIEN



dom.XXVI T.O. ciclo B


LA GLOBALIZACIÓN DEL BIEN








domingo, 20 de septiembre de 2015

NOS LO PONE COMPLICADO

NOS LO PONE COMPLICADO


 Dom.XXV Tiempo Ordinario Ciclo B


El texto de hoy nos presenta el mismo escenario que el domingo anterior. Jesús, con sus discípulos, atraviesa los senderos de Galilea camino hacia Jerusalén. Van solos, no ha querido que nadie se entere  para no ser interrumpido.  Jesús habla, enseña, revela los secretos del Reino a sus amigos. Les anuncia su ya próxima pasión. “Me cogerán, me maltratarán hasta la muerte pero resucitaré.”
Entretanto los discípulos discuten ¿Cuál de ellos será el más importante?
Cuando llegan a casa Jesús les reprende “¿Qué discutíais por el camino?”
Jesús expone su doctrina con parábolas, narraciones sencillas tomadas de lo cotidiano pero cuando quiere enfatizar las actitudes, la vida que han de tener sus seguidores utiliza paradojas: “Los últimos serán los primeros” “El que quiera ser importante sea el servidor de todos” “Quien pretenda el primer puesto colóquese en el último lugar”
Los discípulos no entienden pero nosotros tampoco. Y es que nos lo pone complicado. Nos exige aquello que parece va contra nuestra propia dignidad.
Ser el último, servir a todos, colocarse en el último lugar  ¿No es hacer el tonto?  ¿No es dejarse “chafar”?  ¿No es provocar el que se nos menosprecie?
Pero hay más. Tomando a un niño lo puso en medio y lo abrazó:
“El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado”.
Resultaría anacrónico interpretar este gesto y esta palabra tal como nos suena hoy. Jesús habla desde otro tiempo y otra cultura. Para nosotros el niño es “el rey de la casa” acogerlo, abrazarlo nos resulta grato pero en aquel tiempo ser niño equivalía a ser minusvalorado, desdeñado como el que no cuenta. Por eso cuando Jesús lo abraza nos está diciendo:
“Tienes que abrazar al débil, al menospreciado, al  inmigrante, al acogido a ese que te inoportuna pidiéndote una moneda”.
“Si quieres acogerme, si dices que me amas, ten en cuenta que yo me identifico con el más pobre y vulnerable”
En definitiva,  nos lo pone complicado.



ES MI VIDA QUIEN RESPONDE

Dom. 24 T.O. B      Mc. 8,27-35

ES MI VIDA QUIEN RESPONDE

Hoy se nos presenta una escena con encanto.
Jesús pasea, va de camino, con sus amigos. La conversación parece distendida pero a la vez profunda y confidencial.

Jesús sondea a sus seguidores:
¿Qué se dice por ahí de mí? ¿Quién dice la gente que soy yo?
Lo que se dice de Jesús es variopinto. Cada uno tiene su idea, su representación, su imagen de Dios.

Jesús insiste, ¿Quién decís vosotros, mis amigos, que soy yo?
Y esa pregunta atraviesa los espacios y los siglos. Esa cuestión llega hasta hoy hasta los que estamos aquí reunidos en su nombre.

-Vosotros, los cristianos ¡quién decís que soy yo?

¿Qué respondemos?
También nosotros, cada uno, tenemos una idea, una representación, una imagen de Dios. También nuestra respuesta será variada y diversa aunque con un nexo común. Al igual que Pedro responderemos al unísono: “Tu eres el Cristo, el hijo de Dios vivo.”

Pero si percibimos el carácter más personal, más intimista del planteamiento la cuestión resultará:

-¿Quién dices tú que soy yo?

Interpelados personalmente cada uno responderemos a nuestra manera:
“Jesús es el primero en mi vida”, “Jesús es mi fortaleza, mi modelo” “Jesús es el hijo de Dios” “Jesús es mi maestro, mi amigo…”etc.
Pero no valen las respuestas estereotipas o rutinarias. No valen las palabras tomadas de un lugar común, no valen los tópicos.

Jesús, ciertamente, lo es todo para cada uno de los que lo queremos seguir pero no lo podemos decir de modo convincente con sólo palabras. El lenguaje es importante, fundamental para la comunicación pero el que utilizamos para transmitir la fe, con frecuencia está bastante devaluado. No es la lengua la que  puede responder, no son las palabras las que expresan lo que significa Jesús para mí.
Mis actitudes, mis acciones, mi comportamiento, mis sentimientos son los que dicen quién y qué es Jesús para mí.
Si guardo rencor, si no comprendo y perdono, si me desentiendo de los demás, si no hago el bien, si no derrocho bondad, mis palabras no serán creíbles.

¿Quién es Jesús para mí?
ES MI VIDA QUIEN RESPONDE